Sobre el origen de este Blog

Este blog tiene un hermano gemelo, Mitos Latinoamérica, que tiene una gran acogida (2'050.000 visitas). Hay semejanzas entre los dos blogs, pues ambos narran productos psíquicos. Pero la diferencia es que en aquel, yo lo alimento periódicamente con mitos de América Latina, mientras que en este blog, son los lectores mismos los que lo alimentan, al contar sus mitos personales, que son los sueños.

Así que este blog vivirá de la caridad pública, de las “donaciones” ANÓNIMAS de sueños que hagan los visitantes. Aunque son aportes de gran riqueza, no representan un valor económico sino simbólico. Este blog busca constituirse en el cajero automático de un gran Banco de Sueños, en el que cualquier lector pueda consignar sus sueños para compartirlos con los demás. Cada noche nuestra mente produce cantidades de sueños que en su enorme mayoría se olvidan y se pierden para siempre. Así que deseamos crear este espacio en el que la gente pueda compartir este hermoso material.

Acá no intentaré interpretarlos porque para hacerlo se requieren las asociaciones de los soñantes, algo imposible en un espacio como este. Pero como soñante y como terapeuta que analiza sueños en mi consulta particular, tengo la convicción de que debemos evitar que los sueños individuales se sigan extraviando noche tras noche para siempre.

Mi aporte será: 1) publicar en la columna derecha una selección de artículos que hablen sobre los sueños. 2) Clasificar los sueños en categorías, según los temas que traten. 3) Corregir la ortografía; sé que los sueños no tienen ortografía y que lo que hago es una intromisión, pero tengo una tara profesional de docente que me hace imposible publicar algo con errores ortográficos.

Así que demos comienzo a las donaciones de sueños. Pueden donarlos enviando sus sueños al correo adejungcol@gmail.com, y yo los transcribiré como Entrada al Blog.

Un saludo cordial,

Juan Carlos Alonso

Editor del Blog


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miércoles, 5 de febrero de 2014

La leyenda del sueño y entrevista con Álvaro Barrios

La leyenda del sueño. Entrada libre, cupo limitado.
Conversación entre María Belén Sáez de Ibarra y Jaime Cerón
27 de Febrero de 2014. 5:00 pm
BOGOTÁ, Museo de Arte del Banco de la República, Auditorio
Tomado de la web del Banco de la República

Esta exposición abarca cerca de cincuenta años del trabajo de Álvaro Barrios, desde los inicios de su carrera artística a mediados de los sesenta. La curaduría ha privilegiado su faceta de instalador, así como al mundo onírico que reafirma su relación con lo desconocido, con la ruptura de la secuencia temporal, con el esoterismo, y con la coexistencia que tiene todo ello en el mundo material, percibido por el artista como un mundo que hospeda paralelamente otros mundos posibles.



Soy un médium, soy un radio
Entrevista a Álvaro Barrios por María Isabel Rueda

Álvaro Barrios (en adelante AB): Sí, soy médium. Aunque nunca he usado esta facultad para crear arte. Me parece totalmente fraudulenta la actitud de quienes afirman que el espíritu de un gran artista vino y les guió la mano para producir obras maestras. Todo eso es una farsa.
Durante un importante periodo de mi vida estuve deslumbrado con el fenómeno de las comunicaciones espiritistas, pero después comencé a reconsiderar esa ruta. Dejó de parecerme adecuado comunicarme con entidades espirituales de personas fallecidas que venían a relatarnos historias o continuar entre nosotros su labor creativa. Cuando se producen contactos con seres espirituales que tienen este perfil, generalmente se trata de sujetos de muy baja evolución que, paradójicamente, son los que causan más efectos físicos: prenden y apagan luces, mueven objetos o emiten sonidos. Inversamente a su protagonismo material, de ellos no se obtienen enseñanzas que valgan la pena.
María Isabel Rueda (en adelante MIR): ¿Cuándo descubre usted que es médium?
AB: Yo comencé utilizando la Ouija, un objeto que se vende como un juguete inocente en las tiendas por departamentos y que vi por primera vez en la tira cómica Dick Tracy. “La tablita de los espíritus”, la llamaban allí. Consiste en un rectángulo de cartón en el que está escrito un alfabeto. Cuando dos personas colocan sus dedos sobre una tarjeta que tiene una ventanilla en el centro, esta empieza a moverse sobre las letras formando frases.
Mi actitud ante este pasatiempo fue completamente desprevenida e intrascendente. Incluso pensé que mis compañeros de juego movían fraudulentamente la carta deslizable. Pero un día tuve la curiosidad de realizar el experimento a solas y los resultados fueron sorprendentes: mi mano se movía sin control formando palabras y frases. Entonces decidí hacer a un lado la tabla impresa, que había adquirido en una tienda de juegos comerciales como el monopolio o el ajedrez, y dibujé una tablita personal con oraciones cortas, preposiciones y conjunciones, que facilitaran la formación de textos o mensajes. Pronto dejé a un lado mi “tablita de los espíritus” para practicar directamente la escritura automática haciendo uso de un bolígrafo común. Sin embargo, todo esto muy pronto se convirtió en un problema, pues los contenidos de los mensajes que recibía eran absurdos y muy inquietantes. Al borde de un colapso nervioso me aconsejaron visitar a una gran espiritista de Barranquilla, Amalia Bula, una médium extraordinaria que poseía casi todas las “mediumnidades”. Para entonces, hacia 1972, ya ella tendría unos 80 años y dirigía un Centro Espírita muy respetado en todo el Caribe. Solucionó mi problema alejando de mí un espíritu de baja evolución que se había “enredado” en mi aura. El aura es un campo magnético espiritual que todos poseemos y también es un arma de doble filo. Puede ser desarrollado y encaminado hacia el bien y hacia el mal. Hacia lo trascendente o hacia lo superfluo. Puede hacernos grandes o insignificantes. Después de esto mi vida volvió a la normalidad, si es que puede aplicarse este término a la vida de un artista. En realidad, la normalidad es lo peor que puede ocurrirle a un artista. Es el castigo que la vida le impone a los mediocres. Por tanto, pronto regresé donde mi maestra, pues eso fue para mí Amalia Bula en los siguientes años. Ella me inició primordialmente en la lectura de Helena Blavatsky y en el mundo de los grandes pensadores esotéricos, así como en los Grandes Iniciados, incluidos Moisés y Jesucristo. El punto importante de mi cercanía al círculo espírita de Amalia Bula fue descubrir y direccionar mi propia facultad medioanímica, que se había manifestado primariamente en mis inicios con la “tablita de los espíritus”. 
MIR: ¿Influyó esta facultad en su obra de alguna forma, ya sea de manera inconsciente o indirecta?
AB: Creo que desde antes lo esotérico estaba presente en mi obra, incluso sin que yo lo supiera. Mi fascinación por el surrealismo y también por la obra de Marcel Duchamp tienen que ver con esto. Mis dibujos y cajas de la década de los setenta empezaron a tener esa cosa misteriosa a la que se refería Paul Elouard cuando escribió: “Hay otros mundos, pero están en este”. En esos trabajos míos había una atmósfera cósmica, una serie de códigos y mensajes de ignota procedencia, que tenían que ver con la idea del infinito, con la comunicación con otras dimensiones, de manera que siempre vi esas obras como canales o autopistas a lo desconocido. Hasta el punto que, cuando las observo después de muchos años, tengo la impresión de que han sido hechas por otra persona. En mi etapa, digamos, más formal en el espiritismo, mi relación con un Espíritu-Guía, un ente de un alto grado evolutivo, me permitió acceder a otros niveles de apreciación del hecho artístico. La figura del Espíritu-Guía aparece en otras filosofías y religiones consensuada en el símbolo del ángel personal que todos tenemos, y con el que podemos comunicarnos a partir de la primera de las facultades extrasensoriales, la intuición.
MIR: ¿Y cómo es su relación con ese Espíritu-Guía?
AB: A mediados de los años setenta, con un grupo de jóvenes amigos, formamos un Centro de Investigaciones Psíquicas. Para entonces yo ya tenía las facultades “parlante” y “escribiente”. Explorábamos iluminaciones de tipo espiritual, artístico o filosófico. Para las sesiones parlantes alguien manejaba la grabadora y se apagaban las luces para mayor concentración. Consultábamos temas específicos como la estética, la historia y teoría del arte, y asuntos de esa índole.
MIR: ¿Cómo es la comunicación? ¿Cómo se recibe esa enseñanza?
AB: En un momento dado no te das cuenta cómo, pero algo dirige tus pensamientos hacia una idea. “No tienes que despertar”, como dice García Márquez para referirse a la hipnosis que te posee en la escritura de un poema, en la creación de un cuadro o una composición musical, tú sigues hablando y hablando, como es el caso de la “mediumnidad” parlante, y vas diciendo cosas y cosas y después queda grabado. Uno no es consciente de lo que dice e incluso el lenguaje que se usa es distinto del que uno utiliza normalmente. ¡Pero uno se deja llevar!
MIR: ¿Y cómo hace uno esas consultas, y usted qué tipo de cosas le pregunta a su Espíritu-Guía?
AB: Uno hace consultas como cuando hace una oración. Así como tú me haces preguntas y yo te las respondo, uno también tiene interrogantes sobre el arte que no tiene claros, ¡y que nadie te los va a responder! Porque el arte es un misterio y tiene su sortilegio. Y entonces uno pregunta cosas como ¿por qué las obras de arte emocionan? Y eso se verbaliza si tienes la facultad medioanímica parlante. O se escribe o lo ves, si eres médium escribiente o vidente. Esta última facultad yo no la tengo, ¡aunque a mí me gustaría ser vidente!
A veces me ocurre, o a todo el mundo le ocurre, que uno tiene un poco de sueño, cabecea, y en el instante en que sucede, uno dice: “¡qué raro, vi a una mujer atravesando una calle, vestida de azul, en tan solo un segundo!”. La videncia puede ser como eso: una serie de imágenes que van encadenadas, coordinadas y tienen coherencia. No como en los sueños, donde a veces hay muchas cosas inconexas que hay que interpretar.
MIR: ¿Qué tipo de preguntas, ya no tan generales, ha hecho usted a su Espíritu-Guía respecto a su obra que le hayan influido?
AB: A mí me sirvió mucho para liberarme del estilo. Porque yo creía que era importante tener un estilo y que la gente pudiera decir: “¡ah!, este es un cuadro de Álvaro Barrios”.
Yo tenía terror de liberarme de ciertos códigos visuales que, pensaba, eran importantes en el arte, pero cuando fui orientado sobre esas inquietudes, comencé a comprender ciertas cosas que me llevaron a superarlo. Hoy en día sabemos que el estilo es un vicio más del arte moderno.
Eso fue hacia 1980, cuando yo empecé a investigar más a fondo sobre Marcel Duchamp y realicé una exposición muy heterogénea en cuanto a técnicas en la Galería Garcés Velásquez. Había fotografías mías donde yo estaba disfrazado como Rrose Sélavy, había cartas que Rrose Sélavy enviaba desde el más allá, hojas volantes, sombras, los Sueños con Marcel Duchamp, que son textos fantasiosos relacionados, ya sea con la historia o la teoría del arte, el surrealismo o simplemente con la poesía. Sobre su carácter poético solo fui consciente cuando el MoMA de Nueva York me invitó a leer cuarenta de ellos en un programa del Departamento de Educación titulado “Modern Poets”, en 2008.
Podría también decir que, aparte de las orientaciones del Espíritu-Guía, mi influencia mayor han sido las teorías del surrealismo. Yo quedé fascinado con Magritte cuando supe que su primera obra surrealista había sido el cuadro titulado El jinete perdido. Se trata de una pintura académica muy simple: un jinete cabalgando a través de un bosque. Consultado Magritte sobre por qué consideraba que esa era su primera pintura surrealista, él respondió: “Porque el jinete está perdido. Eso es algo esencial. Y ninguna obra de arte sin esencia puede llegar lejos”.
Recuerdo también que para una exposición en el Museo La Tertulia de Cali yo hice una sesión espiritista sobre la evolución que los movimientos artísticos tendrían en el tiempo. ¡En esa comunicación el Espíritu-Guía afirmaba que, con el tiempo, los movimientos artísticos serían cada vez más cortos y llegarían a confundirse con los minutos o los segundos de la vida de cada artista!
Cuando pensamos en el Renacimiento, que se extendió por más de 300 años, y por otro lado la transvanguardia italiana, que duró solo unos cuatro, y los comparamos con el presente, vemos que esta comunicación espírita de 1979 se adelantó a lo que iba a ocurrir. Hoy día ya no hay movimientos artísticos. El posmodernismo no es un movimiento artístico. Es simplemente una realidad del mundo contemporáneo.
MIR: ¿Y cuál fue la enseñanza que su guía le hizo ver acerca del estilo?
AB: Sobre todo que ya que los movimientos artísticos terminarían convirtiéndose en prácticas artísticas válidas para cada minuto de la vida de los artistas, en verdad el estilo no tiene ninguna función en el presente. ¡De verdad no importa! El de ayer era el movimiento artístico tuyo y hoy tuviste otro movimiento artístico. No importa si tu arte de ayer consistía en escribir cartas y el de hoy es espabilar o el de mañana es pintar. Comprender eso, a fines de los setenta, me quitó la carga de tener que hacer algo siempre con un estilo y empecé a traer cosas del pasado al presente, que es una actitud muy posmoderna. Aún antes de que se acuñara ese término.
MIR: ¿Puede el Espíritu-Guía acudir a usted cuando él quiera?
AB: No, yo con mi Espíritu-Guía me comunico muy formalmente pero no al azar. Mi relación con todo esto también ha madurado. He ido entendiendo y he distanciado las consultas. Ha sido como cuando uno sigue esas rutas que la vida le va indicando y ve con claridad el camino, porque está iluminado. Así pasa en la vida y en el arte. Esas claridades que te llegan de vez en cuando, que aparecen así como así, ¡en realidad son algo guiado! Cuando uno lee poemas como los de Walt Whitman, piensa que él tenía una lámpara en su interior. ¿Dónde nace esa luz? Si no lo sabemos, lo importante fue que a él le llegó y la transmitió.
La “mediumnidad” consiste también en dejarse ir, y al hacerlo, los pensamientos de uno se disuelven y le dan paso a otros pensamientos dirigidos. Entra uno en un estado de trance, ese estado en el que un médium manifiesta fenómenos paranormales. Pero el trance no es como lo muestran en las películas, con convulsiones y ese tipo de cosas. Realmente el trance es como la inspiración del artista, que no es una ninfa que llega volando con una corona de rosas y acto seguido tú haces una obra de arte. Es un momento de luz, no una ocurrencia, como en el gesto de Duchamp con su Fuente. Eso que hace casi cien años causó tanta conmoción, demostró que se trataba de algo realmente brillante. La posteridad puede decir: “eso fue un trance”, ya sea de un segundo, en el que Duchamp fue un médium que produjo esa verdadera obra de arte, que era la actitud, no el objeto en sí. Ese momento de lucidez es esa misma energía que también se ve en la vida, cuando a uno le ocurren cosas, que parecen coincidencias, pero que son inherentes al engranaje del Universo y llegan a ti, enrumbando tu vida hacia algo como en una corriente, aun si se trata de algo distinto del arte.
Muchos artistas jóvenes tienen prejuicios por ciertos términos. Piensan que no se debe decir que se está inspirado o iluminado. Incluso a la palabra musa yo no le tengo fastidio. Porque un artista es una persona especial que se prende como un foco. No es suficiente la cultura, no es suficiente la información. Tiene que haber una llama que te hace producir una cosa que no existía en el mundo y que lo mejora en alguna medida. Este es mejor después de haberse creado esa obra, incluso siendo uno joven como Rimbaud, quien recibía tanta luz que se desbordaba. 
Yo me prometí a mí mismo nunca ser viejo, y esto tiene que ver con la guía de mi espíritu, quien me dijo: “ojo con lo que estás haciendo, que te estás durmiendo. ¡No tengas miedo de hacer lo que pensaste, no tienes que quedarte en esto!”.
Eso me recuerda una frase de Oscar Wilde: “Lo único malo de la juventud es que se desperdicia en los jóvenes”. Y esta otra de Picasso, no menos cierta: “Se necesitan muchos años para ser joven”.
MIR: ¿Qué pasó cuando usted ya entendió y asimiló su facultad?
AB: Cuando ya pasaron las molestias me sucedió algo muy curioso. Me empezó a hacer falta la molestia, porque llegué a preguntarme: ¿por qué me sucedió? Qué delicia que se prendiera y se apagara la luz, o cosas así, que es lo que la gente anda buscando. ¿Que si existe lo espiritual? ¿Que si existe Dios? Y entonces fue cuando inicié el aprendizaje con mi Espíritu-Guía. Todos tenemos un Espíritu-Guía. O un Ángel, como queramos llamarlo.
Nosotros estamos en una esfera psico-física porque tenemos una dualidad de materia y espíritu. A veces nos duele la cabeza y a veces nos duele el corazón. Y hasta un vallenato clásico dice: “Yo pensé que un Mejoral iba a curarme este gran dolor, ¿pero cómo lo iba a curar, si era una pena de amor?”. Cuando aparecen esos dolores espirituales es cuando se da uno cuenta de que tiene un alma, un espíritu y de que todo es dual en nuestra esfera. Porque el alma, esotéricamente hablando, es un campo energético que permite relacionar las dos cosas: lo físico y lo espiritual. Por eso es correcto decir que tenemos cuerpo, alma y espíritu.
La creación artística es ese momento de “mediumnidad” que se da cuando lo espiritual se comunica acertadamente con lo material. El arte es el contacto más directo que yo he tenido con lo espiritual. Más que la religión, por supuesto. A mí no me avergüenza, ni tengo temor de hablar acerca de lo espiritual.
MIR: ¿No le da miedo que se le acabe esa luz?
AB: Yo pido mucho no perder esa luz. Como le pasó a Giorgio de Chirico por decidir que no quería nada de su Espíritu-Guía y que él era autosuficiente. Creyó que él era quien estaba produciendo toda esa maravilla y terminó pintando caballitos a la orilla del mar. ¡Obras francamente muy mediocres!
Yo soy un médium porque tengo la facultad medioanímica, pero también porque soy un artista. Soy un médium, soy un radio. Yo recibo una luz y la transfiero y solo trato de que la maquinaria que provee esa transferencia esté bien y agradezco poder transmitir lo que recibí.

 Bogotá, mayo de 2007 

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